Últimamente hemos ido viendo como se han hecho diferentes esfuerzos por regular algunos aspectos de la cultura competitiva. Yo personalmente la he he ver en la extensión, a través de medidas reglamentarias sobretodo, de limitaciones en el número de puntos o goles por el que quedan resueltos los partidos. Esta ha sido una «medida estrella» últimamente.
La Federación Catalana de Fútbol ha adoptado, a partir de la temporada 2010-11, una serie de medidas que siguen la línea presa por otras federaciones autonómicas, como bien sigue la de baloncesto o la de balonmano. Después de muchos años teniendo en funcionamiento la norma de alineación en el minibásquet y el minibalonmano, el estamento futbolístico catalán ha acabado adoptante medidas similares a las que ya se habían tomado hace una pila de años en los otros deportes de equipo.
Podemos ver, pues, como las regulaciones sobre tiempo de juego mínimo y máximo para cada jugador (norma de alineación), así como diferentes medidas por regular el número de goles o puntos que aparecen en el resultado final del partido, son precisamente las medidas que más abundan en el mundo del deporte en edad escolar. De hecho, cuando se piensa al adaptar el deporte a la realidad psicológica del infante, los directivos piensan al tomar medidas de este estilo. Ya hace tiempo que en minibásquet se pensaran al poner cestas más bajas y pelotas más pequeñas y ligeras. Aquestd últimos veinte años ha llegado una segunda ola de medidas, que buscan básicamente la adaptación psicológica.
Una de los descubrimientos recientes que he hecho ha sido un nuevo deporte, que se dice Colpbol. Se juega en el terreno de juego de balonmano o fútbol sala (40×20 metros), con porterías, con dos equipos de siete jugador. De hecho, tiene unas características peculiares. Surgido de la experimentación de un profesor valenciano de Educación Física, dos son los tiros que más me han gritado la atención, que además además son sus tiros característicos y que fundamentan su lógica interna:
1. Los equipos deben ser obligatoriamente mixtas.
2. La pelota se juega con la mi y solo es permitido hacer un toque cada jugador. Después de este toque, la pelota lo deberá tocar un rival o un compañero antes de poderla volver a tocar aquel mismo jugador.
Estos dos aspectos son precisamente una formulación en la línea de la caza y captura de la cultura competitiva. El primer aspecto pasa a ser un elemento de coeducación que ya hemos podido palpar en el mundo deportivo con el colpbol. Y ya sabemos, a estas alturas, como a veces se sitúa la coeducación como antídoto de según cuáles actitudes excesivamente competitivas. Parece que ningún lugar de enseñar a competir a los deportistas, si la decisión arriba a ser mezclar chicos y chicas, de alguna manera se rebaja el grado de competitividad. No educamos una manera saludable de competir, sino que mezclando chicos y chicas esperamos que tenga un espíritu más cooperativo, más «solidario» -como gusta decir.
El segundo aspecto pasa a ser un elemento que aporta una dimensión también anticompetitiva, pero en este caso más sutil. Si bien el objetivo del colpbol sigue siendo el de marcar gol, el reglamento de este deporte obliga a que el equipo tenga de colaborar por hacer gol. La única circunstancia en que un jugador puede hacer gol directamente sería de portería a portería, pero en casi cualquiera otro circunstancia habría que una serie de combinaciones y rebotes por poder marcar.
¿Qué tiene de especial eso? Bien, la mayoría de deportes de equipo proponen diferentes maneras de colaborar por marcar, pero no llegan hasta el punto de «obligar» a colaborar. Un jugador de fútbol podría llegar a driblar cuatro, cinco o seis jugadores rivales hasta plantarse delante del portero y hacer gol (a la retina podemos tener pleno de jugadas de Messi). Un jugador de baloncesto puede conseguir hacer una meritoria jugada coast-to-coast llevando la pelota de cesta a cesta. En el colpbol no cabe la posibilidad de hacer jugadas individuales de este tipo: casi podríamos decir que colaborar es una obligación.
Que el colpbol nazca de clases de Educación Física hace entender tanto el aspecto de énfasis en la coeducación como bien el aspecto de obligación de colaborar. Como en la técnica del deporte solo se puede hacer un toque, me tengo que asociar por narices con mis compañeros, que además además es una mezcla de chicos y chicas.
Y es que si nos fijamos, que en el caso del rugby la pelota solo se pueda pasar a la misma altura de campo o bien atrás cuando se juega con las manos, no creo a que fuera una medida por fomentar la colaboración (o póster si). La verdad es que determina como jugar la pelota y mujer unos tiros característicos al rugby como deporte, pero no aparece la voluntad de aleccionar a los jugadores más acullá del respeto de las normas. Además además, el jugador de rugby puede hacer una gran jugada individual y conseguir un ensayo, sin la obligación de colaborar. En el colpbol es francamente mucho más difícil.
Lamentablemente la propuesta del colpbol parte de un punto de vista que a mí me parece moralizador, y tutela el desarrollo motriz en función de una serie de expectativas educativas. Pero corremos el riesgo que mediante el reglamento se señalen aspectos pseudopedagógicos, es decir, que sirvan para manipular el juego con la aspiración de hacerlo más «educativo». Es el mismo que podría animar en según cuáles casos a un entrenador de baloncesto a pedir que sus jugadores jueguen sin bote, o bien que todos toquen la pelota antes de encestar. Estamos dando a entender que, para hacer mejor la experiencia deportiva, es necesario pasárnosla todos. O bien, como en el caso del colpbol, eso queda naturalizado a el pasar a ser una norma básica: solo un toque cada jugador.
Sigui por el reglamento (norma de alineación, norma de límite de goles/puntos, norma de uno solo toque) o bien por las preocupaciones del entrenadors («no se puede botar»; «todo el mundo debe tocar la pelota en el ataque antes de encestar»), podemos ver los rastros de la caza y captura de la cultura competitiva. Bien: podríamos decir que en ambos casos son preocupaciones. Unas, las de los dirigentes deportivos que se concretan en las modificaciones reglamentarias. Las otras, las de los entrenadors cuando plantean su encuadramiento de entrenamiento, pero que en ambos casos podemos perseguir esta persecución de la competición.
Y es que en todo momento la modo que se ha instalado actualmente es la que búsqueda «suavizar» la experiencia competitiva por que no afecté de manera traumática a los infantes. En gran medida podríamos decir que aparece esta miedo en los adultos última de la implantació de la norma de alineación o bien de la del límite de goles/puntos. Ahora eso ha llegado al punto de plantear la creación de un deporte nuevo que pasé a ser más cooperativo que no competitivo. O mejor dedo: un deporte que, como el colpbol, «obliga» a cooperar desde su talante, el que se define a partir de su reglamento.